Hay pocos árboles en
todo el planeta que sean base de una cultura, proporcionando
al ser humano la mayoría de los recursos
para la vida. Uno de ellos es el olivo (Olea
europaea L.). Proporciona alimento su fruto,
bien directamente consumido tras el endulce y aliño
bien prensado, obteniendo el virginal aceite; las
hojas alimento para el ganado; las ramas que salen
de la base del tronco, denominadas localmente «garetas»,
para cestería; ramas gruesas y troncos, para
fabricar vigas y muebles; el residuo del prensado
(orujo), mezclado con salvado, como pienso para
el ganado.
El aceite ha sido base alimenticia, de conservación,
medicinal, higiénica (se fabrica jabón
mezclando sosa cáustica con el aceite una
vez inutilizable para freír) y fuente luminosa
desde tiempos inmemorables.
Tanto el origen del olivo como su introducción
en la Península Ibérica no están
del todo claros. Parece ser que fueron los fenicios
los primeros en cultivarlos en las regiones de
Palestina y El Líbano. Independientemente
del origen, lo que parece claro es que los romanos
fueron los introductores y difusores de las variedades
cultivadas en nuestra tierra. |